Eye of the Temple es un juego brillante. En su llegada a PCVR en 2021 me dejó con la boca abierta… pero no era la plataforma adecuada. Al basarse exclusivamente en el Room Scale, tener un cable y estar ligado a un ordenador nos resta tanto comodidad como libertad. ¿La solución más obvia? Hacer una versión standalone. Nuestras plegarias han sido escuchadas, ya que Runevision se ha aliado con Salmi Games para este ansiado port. Buscad vuestro látigo y sombrero, que comienza el análisis de Eye of the Temple en su versión de Meta Quest 2.
En busca del ojo perdido
No esperéis una gran historia en Eye of the Temple, ya que aquí hemos venido por la experiencia. La premisa, eso sí, bien podría salir de una película de Indiana Jones. Somos unos exploradores y nos aventuraremos en un templo místico donde la Oscuridad está aprisionada. Como hace mucho que nadie va a potenciar su “jaula” mediante rezos, se va a liberar pronto, así que nos toca ayudar al dios pájaro y salvar al mundo manteniendo a la Oscuridad a raya.
Lo dicho, no hay personajes, giros de guion ni nada por el estilo. De hecho, el argumento bien podría ser opcional, al conocerlo sólo cuando encendemos las hogueras en los puestos de los pájaros. Allí su espíritu nos contará un poco este ligero lore, y al menos, hay subtítulos en castellano, que siempre se agradece.
Aquí hemos venido para explorar el templo, resolver rompecabezas y evitar trampas mortales, que es donde Eye of the Temple brilla con luz propia. Eso sí, aquí viene el primer requisito: una zona de juego de 2 x 2 metros. Aquí no hay nada de movimiento digital, ya que todo el desplazamiento será físico. Por la manera en la que está diseñado el juego, nunca nos saldremos de esta región, aunque en el mundo virtual, habremos recorrido cientos de metros. ¡Magia!
El templo maldito
¿Cómo logra esa ilusión Eye of the Temple? Básicamente, por cómo coloca las plataformas. Sí hay un desplazamiento virtual, al colocarnos en diferentes zonas que se mueven por el juego. Pueden ser ascensores, rodillos que nos obligan a andar en la dirección opuesta para no caernos mientras se mueven y similares. Si nos fijamos, todo está en forma de cuadrícula de 3 x 3, que cubre nuestro área de juego. El desarrollador del juego (sí, todo esto lo creó una única persona) ha desvelado parte de la magia detrás de este diseño en redes sociales, algo que os recomiendo ver.
La clave de todo es que esta “limitación” a la hora de construir el mundo nunca se siente artificial. Para nosotros son unas plataformas más, moviéndonos de una a otra. Nunca saltando o corriendo, ya que el juego está pensado para que lo superemos andando, inclinándonos y agachándonos.
Con esto se consigue reducir al máximo la posible cinetosis que nos puede dar el movimiento. Sí, nos movemos mediante plataformas, pero como el desplazamiento es principalmente físico, nuestro cerebro no tendrá problemas para ajustarse. Si aun así tuviéramos molestias, Eye of the Temple tiene varias opciones de confort adicionales, como el uso de la viñeta al movernos o la posibilidad de tener un sombrero para tener un punto fijo de referencia. Más detallitos increíblemente bien pensados, algo que ya os aviso, voy a repetir muchísimo en este análisis.
Cuidado Indy y Lara Croft, hay un nuevo arqueólogo en la ciudad
La idea detrás del juego no es excelente, sino que la ejecución es brillante. La aventura es básicamente lineal, con el pájaro de las estatuas sirviéndonos de guía para ver hacia dónde debemos avanzar. Sin embargo, no estaremos en pasillos, sino que el templo parece un entorno “real”. Como en los Metroidvania, veremos muchos caminos inaccesibles en una primera instancia. Esto anima nuestra curiosidad, ya que como siempre, algo cerrado significa que hay algo detrás.
A medida que avancemos, conseguiremos equipo nuevo o activaremos diversos mecanismos para llegar a estas nuevas áreas. ¿Esas vías de vagoneta? Tranquilos, que luego nos pondremos como en “El Templo Maldito” para movernos a toda pastilla por el templo. ¿Vemos unas plataformas a lo lejos? Contad que iremos por ahí tarde o temprano. Así Eye of the Temple consigue crear un mundo de lo más natural, que invita a ser explorado hasta el más pequeño rincón.
Al mismo tiempo que vamos abriendo el templo, nos toparemos con diversos tótems. Sin entrar en spoilers, son clave para llegar al desenlace, y para activarlos, tendremos que recoger las diversas gemas que hay por los escenarios. De esta forma, al situarnos en una plataforma no estaremos quietos como unos pasmarotes, sino que tenemos más acciones físicas para realizar. Eso sin olvidarnos de los jarrones, que podremos destruir con nuestro fiel látigo.
Con tantas trampas, ¿cómo había gente que venía aquí a rezar?
Si sólo nos moviéramos de una plataforma a otra sin ton ni son, nos acabaríamos aburriendo tras el momento “guau” inicial. Por suerte, Eye of the Temple no para de ofrecer un girito a cada pocos minutos. Ya sea una nueva mecánica, un nuevo rompecabezas y muchas, muchas trampas. Esto último es algo que me encanta de las aventuras de arqueología. Las típicas rocas gigantes, pinchos, dardos, llamaradas y demás que acaban con los incautos que se adentran en estos templos antiguos.
Hay situaciones que sencillamente me encantan, como superar una sección rápidamente para no ser aplastados por un muro. Eso sin olvidarnos de usar llamaradas para activar interruptores sin acabar nosotros achicharrados. O cómo olvidarme de cierto puzzle basado en el camino que vayamos llevando al no poder volver sobre nuestros pasos. La manera en la que el juego introduce todas estas nuevas mecánicas “sólo” con este desplazamiento físico, el uso de la antorcha y el látigo es sublime.
En total, he necesitado unas 3-4 horas para llegar al final, pese a conocerme ya el camino de la primera partida en PCVR. Aun así, es fácil dejarse alguna gema o zona secreta (desafíos opcionales más complicados), con que es posible tardar algo más en conseguir el 100%. También hay desafíos contrarreloj, más dedicados a speedrunners, con que la aventura tiene una duración muy adecuada para que siempre ofrezca situaciones tanto únicas como espectaculares.
El látigo de cristal
En general, estamos ante un juego fantástico, pero hay ciertos aspectos que podrían pulirse de cara a, ojalá, una segunda parte. Por un lado, el látigo. Está muy bien pensado que sólo lo usemos cuando estemos en el medio de nuestra zona de juego. Así los riesgos de arrear una leche a la tele se reducen, lo cual es de agradecer. ¿La parte mala? No es la herramienta más precisa del mundo, siendo un poco frustrante darle al látigo sin que se llegue a enganchar en la palanca de turno… ¡en especial cuando vamos contrarreloj para no ser aplastados!
A esto hay que sumar que las pequeñas secuencias de combate de Eye of the Temple son bastante sosas. Simplonas, sin apenas gracia y los enemigos tampoco ofrecen mecánicas interesantes. Al menos, el jefe final, al ser como un gran puzzle, sí está mejor planteado. Igual una secuela donde haya tiroteos a lo Uncharted haría que la acción se elevara, por pensar en voz alta.
Lo bueno de este port a Meta Quest 2 es que se arregla el principal problema que tenía la versión de PCVR: el cable. Ahora podemos jugar en cualquier lado, sin preocuparnos de tener una conexión WiFi para el ordenador, el jaleo del cable, etc. ¿Resultado? El juego se disfruta todavía más, al estar más inmersos sin preocuparnos por estos factores externos, que personalmente, siempre me han hecho tener cierto recelo de jugar en PC.
Visor menor, misma magia
Pese a la obvia reducción en potencia, esta versión de Meta Quest 2 de Eye of the Temple mantiene la esencia de la versión de PCVR. Sí, hay concesiones, como unas texturas más simples, un efecto simplificado para el fuego, una presencia obvia del Foveated Rendering o cosas por el estilo. Sin embargo, el arte se ha mantenido intacto, lo que nos hace pensar que no ha habido cambios. Lo principal se mantiene: hay iluminación dinámica gracias a la antorcha, la distancia de dibujado es total para ver siempre lo que hay en la lejanía, notamos las distorsiones del agua, etc.
Sí, no estamos ante el juego técnicamente más puntero de Meta Quest 2, pero puede ser de los más impresionantes. La ilusión nunca se rompe. No hay tiempos de carga, el arte parece salido de las películas de aventuras de arqueología, etc.
El sonido es quizá más discreto, pero no se necesita mucho más. Hay melodías clásicas del género, el látigo suena como el de Indiana Jones y el fuego parece real por el chasqueo que produce. No es algo revolucionario, pero claramente, no hace falta más.
Conclusión
Eye of the Temple es de las mejores experiencias que podemos vivir en Realidad Virtual. Una auténtica maravilla que aprovecha como ningún otro juego el Room Scale para ofrecernos una aventura mágica. Un diseño brillante que no deja de sorprendernos, para que nos convirtamos en el mejor Indiana Jones, Lara Croft o Nathan Drake.
El port a Meta Quest 2 es básicamente perfecto. Se ve casi igual que en PCVR, con el beneficio añadido de la libertad que trae un visor standalone. ¿Resultado? El juego brilla al fin como se merecía en PC. Todo un imprescindible que demuestra lo mágico que puede ser este medio.
Cruzo los dedos para que próximamente nos llegue una secuela todavía más ambiciosa. Más trampas, más acción, más puzzles, e incluso algo más de historia. Runevision tiene aquí un concepto con un potencial ilimitado. Un tesoro equivalente al Arca de la Alianza de la VR que todo el mundo debería de disfrutar.
Ficha técnica:
Viendo que comentas que no han downgradeado en exceso los gráficos va a caer. Es un juego que es mejor jugarlo sin cables. No han dicho nada si tendrá crossbuy, no ?
Feliz navidad!