Cuando hace años veíamos obras distópicas donde las corporaciones dominaban el mundo, parecía que eso nunca nos llegaría a pasar… Pero estamos sorprendentemente cerca de esa situación. Las corporaciones han ganado mucho poder, y eso es innegable. Si ya estamos en ese punto distópico ya depende de cada uno. Lo que está claro es que las historias donde las empresas no es que sean muy majas, por decirlo suavemente. ¿Y qué empresa es de las más poderosas de la actualidad? Amazon, así que nada como reírse de todo lo que representa. Bienvenidos al centro de distribución de Jüngle, desde donde podréis recibir el análisis de The Last Worker en su versión de PS VR2.
Enhorabuena, ¡eres el empleado del mes!
En The Last Worker nos ponemos en la piel de Kurt, el último empleado humano de Jüngle, que representa de manera muy, pero que muy clara a Amazon. Tras la introducción, donde vemos cómo se enamora de una compañera, es fácil cogerle cariño y odiar a Jüngle. Con el auge de los robots, ellos hacen mejor el trabajo que las personas, así que poco a poco fue perdiendo compañeros, incluyendo a su mujer. Ahora, Kurt es el único que queda, viviendo en el dispensador de basura comiendo restos de comida… Que muy saludable no es que parezca. Sí, somos basura para la empresa.
Sólo hay robots a nuestro alrededor, y literalmente, el trabajo es lo único que le queda en la vida a Kurt. Incluso nuestro mejor amigo, Skew, es otro robot. Estos primeros compases son muy potentes, ya que el CEO de Jüngle es justo como los directores de muchas grandes empresas. Van de guays, de progres y que se preocupan, pero en realidad son unos capullos integrales. Para mantener el trabajo, tenemos que llegar a una cuota diaria de paquetes enviados. Si le da por aburrirse, igual nos toca participar en una carrera absurda contra un robot para comprobar nuestra “eficiencia”.
¿Lo peor? Se nota que Kurt no sólo está destrozado, sino que ha sido “adoctrinado”. No se ve como un engranaje que lleva cajas de un lado a otro. Piensa que “envía sueños”, como dice la empresa. Que su rol es importante. Desolador, distópico y fantástico. Las actuaciones de Ólafur Darri Ólafsson como Kurt y Jason Isaacs como Skew son brillantes. Dan más fuerza a esta situación, y como estamos ante una aventura narrativa, os podéis imaginar que la historia es fundamental.
Abajo con el capitalismo
Está claro que estas secciones iniciales y el planteamiento hacen que queramos acabar con Jüngle a toda costa. Dan ganas de gritar a Kurt que salga corriendo de allí y que le den al trabajo. No se puede vivir para trabajar, y menos con esas condiciones. ¿Es eso acaso vida? Por suerte, nuestra oportunidad de derribar el sistema llega cuando aparece Hoverbird (Clare-Hope Ashitey), un robot en forma de pájaro controlado por un miembro de SPEAR.
Básicamente, es un grupo en contra de la automatización de los trabajos, y quieren acabar con la empresa. La acusan de cosas atroces, más allá de lo obvio de dejar a todo el mundo de patitas en la calle mientras no dejaban de ganar más, más y más dinero. Así empezaremos a vernos involucrados en sus actividades revolucionarias, descubriendo más del funcionamiento de Jüngle o el propio Kurt.
¿Cuál es el problema? Que The Last Worker acaba de una manera bastante floja. No me disgusta el rumbo que lleva la trama con cierto elemento, pero todo acaba de manera muy, muy apresurada. La decisión de incluir 3 finales en base a las decisiones que tomamos literalmente en el último momento nos da algo de inmersión añadida, pero son todos tan meh, que casi habría sido mejor un único final pero con mucho más empaque. Esto deja la sensación de que se podría haber hecho todavía más con este concepto y estos geniales personajes. Pero bueno, al menos el viaje de Kurt es bastante disfrutable, con que algo es algo.
Boxes, please
A la hora de jugar a The Last Worker, lo primero que llama la atención es cómo nos movemos. Kurt no usa sus piernas, sino que va siempre en, como la llama él, una “scooter voladora”. Esto nos permite desplazarnos en 6 grados de libertad, algo ideal para llegar a cualquier parte de los gigantescos almacenes de Jüngle. Eso está bien… Pero en VR queda algo extraño. Nada más empezar nos dicen que cojamos las palancas de nuestro dispositivo para movernos, pero eso no es verdad. El movimiento de verdad se hace con los sticks. Entiendo por qué se ha hecho a nivel de mecánicas, pero es algo que inicialmente te hace parecer como un idiota mientras agarras constantemente estas palancas. Otra broma del maldito CEO de Jüngle para reírse a nuestra costa, fijo.
Dicho esto, hay dos partes jugables muy diferenciadas. Por un lado está la de nuestro trabajo. En cada turno debemos evitar conseguir una calificación superior a F, o nos ponen de patitas en la calle. Es una forma de meternos algo de presión para llevar los pedidos que nos indiquen dentro del rango de tiempo que nos dan. Por cada pedido correctamente llevado a “Envíos” o a “Reciclaje” porque tenían alguna tara o no estaban bien catalogados, aumenta nuestra calificación.
Pese a que debería ser algo monótono, esta constante carrera por localizar el pedido, rotarlo para ver si es correcto y llevarlo a la tubería final correspondiente es sorprendentemente divertido. Ayuda que veamos lo que enviamos/reciclamos, siendo todos los artículos increíblemente estúpidos, absurdos y que nos dejarán con cada de “¿Pero quién compra esta mierda?”. Es similar a la dinámica de Papers, Please, pero con paquetes en vez de con personas. Además, a medida que avanza la trama meten mecánicas secundarias, que si bien no son muy complejas, añaden algo de variedad a estos “monótonos” turnos.
Trabajador de día, activista de noche
Pero claro, una megacorporación no se va a destruir ella solita (salvo que la compre Elon Musk, claro), y por eso, nos tocará hacer cosas fuera de nuestro trabajo. En un par de ocasiones también durante nuestro turno, que es lo más interesante y ojalá The Last Worker hubiera aprovechado más esta idea. Hacer nuestras tareas de activista mientras trabajamos, no en situaciones aisladas.
Pero bueno, lo que tenemos son básicamente pequeñas fases de sigilo y algún que otro minijuego. Los robots patrullan las áreas fuera de donde nos permiten estar, así que como nos pillen, nos darán la peor carta de despido posible: la muerte. Estas secciones como tal no están mal diseñadas, pero tampoco aportan gran cosa. Hay algunas que llegan a ser un poco frustrantes, porque la ventana de movimiento que nos dan es enana. Al menos, si nos pillan nos devuelven al inicio de esa sección, sin perder mucho progreso.
La parte de los minijuegos es la que menos me convence. Algunos son más de acción que dan algo de catarsis o de emoción a la aventura, con que esos bien… Pero a quien se le ocurriera obligarnos a jugar una versión cutre de Flappy Bird merece pasar unos días encerrado en Jüngle. Entre estas secciones que incluso llegan a ser algo frustrantes, y que se alargan un poco, The Last Worker parece que nos pone impedimentos para disfrutar lo mejor que tiene: su historia.
Estoy muy a favor de añadir interactividad a una historia como esta para que no sea sólo diálogo, diálogo y diálogo. Que también hay partes así, pero bueno, soy fan de las Visual Novels, la mecánica de leer me atrae siempre que me interese lo que cuentan. Pero cuando justo estas mecánicas que añaden “inmersión” perjudican el ritmo de la narrativa, algo falla.
Por eso, es curioso que la parte de los activistas sea la más aburrida y frustrante, mientras que la del trabajador sea la más divertida. ¡Es divertido trabajar! Si esto es un meta-comentario de cómo nos lavan el cerebro las corporaciones para que hagamos lo que quieren, mis dieces… Pero lo dudo mucho.
Dicho esto, The Last Worker nos dará unas 4-5 horas de aventura. Algo más si queremos conseguir todos los logros/trofeos y ver todos los finales. A nivel de locomoción, el juego sólo tiene el movimiento suave con nuestro vehículo, por lo que si sois propensos a mareos, igual os cuesta cogerle el truco al título. Eso sí, contamos con blinders y giro por grados como es habitual, que siempre suele ayudar.
Las maravillas del cel-shading
Pasando a la parte técnica, los equipos de Oiffy y Wolf & Wood han hecho un trabajo increíble. Nunca me cansaré de decir que es más importante un buen apartado artístico que el músculo técnico, y The Last Worker es otra buena prueba de ello. El arte viene de Mick McMahon (Judge Dredd, 2000 AD), quedando de maravilla en Realidad Virtual. Me he pasado el juego en PS VR2, pero en Meta Quest 2 se ve prácticamente igual, con que da un poco igual en qué versión juguemos.
Los personajes destacan a simple vista, igual que los entornos. Todo el arte es increíble, y me hace desear que tengamos más Borderlands en VR, porque el cel-shading siempre funciona genial. Eso sí, en PS VR2 el juego usa reproyección. No he notado ghosting, pero si sois sensibles a este fenómeno, igual os molesta un poco.
En cuanto al sonido, ya he mencionado el formidable trabajo de los actores en inglés. La localización al castellano de los subtítulos es excelente, así que podremos seguir perfectamente la historia. La música no se queda atrás, añadiendo a la lograda atmósfera de este distópico almacén de no-Amazon.
Conclusión
Pese a que me ha gustado The Last Worker, creo que no ha terminado por alcanzar todo su potencial. El viaje de Kurt es emotivo y engancha. La distopía que nos muestran, si bien tiene la sutileza de un elefante en una cacharrería, tiene demasiados elementos auténticos que reflejan bien nuestro mundo, o hacia dónde se dirige, lo cual causa todavía más impacto. Sí, el final no es muy allá, pero la narrativa está muy conseguida.
Incluso logran que trabajar sea divertido. Quizá demasiado sencillo el ir clasificando los paquetes, pero funciona genial… Y luego al tener que acabar con esta no-Amazon las cosas hacen agua. No llega a ser un desastre absoluto, pero si la parte jugable se pone entre nosotros y esa potente historia, algo falla.
Así que, The Last Worker es una aventura narrativa entretenida, pero que podría haber sido mejor. Unos cuantos ajustes aquí y allá para que la narrativa y la jugabilidad se combinaran e hicieran el mensaje todavía más potente. Aun así, a poco que queráis acabar con el capitalismo, esta aventura os dejará más que satisfechos. Ahora por favor, no olvidéis dejar una calificación de 5 estrellas para llegar a mi cupo y que Jüngle no me despida.
Ficha técnica:
- Desarrollador: Oiffy, Wolf & Wood
- Distribuidor: Wired Productions
- Plataforma: Quest 2, PCVR, PS VR2
- Género: Aventura narrativa
- Idiomas: Textos en castellano y voces en inglés
- Fecha de salida: 30/03/2023
- Precio: 19,99 €
- Intensidad: Media (movimiento libre en 6 grados de libertad)