No nos encontramos en un año falto de títulos sorprendentes: la inmensidad de Final Fantasy Rebirth o Elden Ring Shadow of the Erdtree, el ingenio de Prince of Persia; The Lost Crown, la historia de Metaphor, las mecánicas de Astro Bot…Es difícil dejarse pillar desprevenido en un momento como este y, sin embargo, el juego que más me ha dejado con la boca abierta no ha sido otro que Speedollama. En la simpleza está la magia en muchas ocasiones y, lejos de ser insulso, este juego es directo y conciso como una bala en la cabeza: vamos a matar alpacas. Muchos estarían en contra de semejante blasfemia, pero cuando los atacantes son llamas lo que nos encontramos es en mitad de una batalla campal llena de violencia, sangre y humor.
Speedollama: un esencial adictivo
Hay una frase que últimamente me ronda la mente: “¡qué difícil es abrirse paso en un momento en el que tenemos de todo todo el tiempo y consumimos información como si fuera comida rápida”. Yo llamo a este suceso “la sociedad del Big Mac”, un título acuñado por mí misma que define a la perfección dicha problemática. Con cada vez más títulos disponibles y la biblioteca de Steam o de cualquier consola atiborrada de “futuros pendientes”, si eres un estudio independiente y no destacas estás perdido. Si me permitís la reflexión, muchos de esos estudios tratan de alcanzar el mayor nivel posible con los recursos de los que disponen. A veces, esos medios no son suficiente y se lanzan muchas entregas que no consiguen satisfacer los mínimos de un mercado cada vez más exigente. Por ello, conseguir lo que ha hecho Speedollama es muy complicado.
¿Y qué es exactamente lo que ha logrado Chaosmonger Studios? Pues enganchar al jugador desde casi el minuto 1. Desde el primer momento en el que apareces en uno de esos niveles en 2D pixelados y te pones en la piel de tu llama preferida, dando tiros sin ton ni son sabes que el juego es de lo más adictivo. En primer lugar, porque aunque la dificultad es progresiva, tiene el buen acierto de proporcionar la satisfacción de barrer con todo lo que te encuentras alrededor. No es hasta los niveles de más adelante cuando en realidad te tienes que preocupar por la vida. Fomentado por una música frenética, lo que apetece es recorrer los niveles a lo loco, saltando de aquí para allá y no teniendo piedad con todo lo que te encuentres a lo Metal Slug, da igual que sean animales atados de los tobillos.
Lejos de simplemente ceñirse a la acción, por el camino también es necesario recoger cristales, que son el elemento necesario para poder abrir un portal y pasar al siguiente nivel. Estos cristales se pueden encontrar por el entorno y al matar enemigos, aunque hay de diferentes clases y los segundos sirven como moneda. Pero eso sí, hay que tener en cuenta que cada nivel tiene un tiempo de unos 5 minutos para ser superado, de ahí el constante frenetismo. Como ya os adelantaba, en un inicio esto no es problema. De hecho, a mí me sobraba tiempo y no me preocupaba demasiado de los cristales, pudiendo avanzar sin problema. Sin embargo, conforme avanzan los niveles, los enemigos son más duros y entonces esas mejoras sí vienen bien. Con respecto a ello, un detalle que me ha gustado mucho es que si te matan, empiezas desde el inicio del nivel, pero no has perdido todo lo que has recogido hasta el momento. De hecho, el reloj sigue donde se quedó.
De la misma manera, también es interesante decidir con qué tipo de llama queremos jugar. Por ejemplo, las hay de tres tipos y cada una destacada en un aspecto. Chris es la llama más rápida, Arnold la que más salud tiene y Lizzy la que mayor disparo. Yo jugué con esta última, encontrando el equilibrio perfecto para mi forma de jugar, por lo que necesario que cada jugador tenga claro lo que prima.
Hay un total de 36 niveles disponibles que destacan por su verticalidad y por contar con diseños que realmente son llamativos en cada uno de sus biomas. Todos los niveles cuentan con cofres repartidos que te dan paso a recuperación de salud, armas e incluso tiempo en forma de reloj. Algunos diseños de enemigos (sí, sé que es curioso lo que voy a decir) me han recordado a otros de Hollow Knight, sobre todo los menos agresivos. Generalmente, al final de cada bioma hay un jefe, como es el caso de “Alpacacino”. El chiste se cuenta solo. Para qué os hagáis una idea del humor que tiene el juego.
A estas alturas, ya os podréis haber hecho una idea de que recomiendo el juego sin duda. Sin embargo, dejad que os hable de algunos detalles que me han llamado especialmente la atención. En primer lugar, su apartado sonoro. Solo por curiosidad, probé a jugar sin música y la experiencia cambiaba radicalmente. Sin embargo, eso me permitió apreciar mejor los pequeños sonidos ambientales que el juego emite como aleteos de moscas cuando dejas un cadáver o la voz a lo Metal Slug cada vez que coges un objeto.
Otro detalle que me ha gustado es que, aunque el juego te recomienda utilizar un controlador, se puede jugar perfectamente con teclado. Yo he analizado la versión de Steam y la experiencia con los botones ha sido sencilla y cómoda. De la misma manera, tienes también la posibilidad de poner el juego en el idioma que quieras, algo de lo que yo tardé un poco en darme cuenta. Os diría que es un juego muy divertido para toda la familia, pero lo cierto es que tiene violencia a raudales. Más bien lo recomiendo para todos aquellos amantes del retro y la acción ochentera. Sin duda, toda una sorpresa.